MI DIETARIO
¿Quién soy como artista?
Ser artista significa necesidad de expresión. Soy Mónica Méndez, escultora y autora en búsqueda de nuevos horizontes creativos a través del estudio y la serendipia. Metabolizo conceptos, regurgito miedos y enardezco mi mente en el regocijo del Arte.
PRESENTACIÓN.___________________
El dietario ha sido un medio donde practicar periódicamente la reflexión, registrar el aprendizaje y mejorar el estilo para crear patrones inspiradores de una obra artística.
El hilo argumental del dietario está centrado en las dudas del proceso creativo, intentando representar el camino que va desde un posible vía crucis hasta la epifanía artística.
En lo que respecta a la estructura, la he abordado en tres apartados desde los cuales ofrecer varias perspectivas: la primera parte representa, mediante un dibujo, el bloqueo creativo que resulta desgarrador; en la parte central, cuatro escritos la plantean desde diferentes vertientes: un texto que la trata como un método inspirador en la más pura serendipia, una segunda reflexión la invoca ante la ausencia de referentes artísticos educativos femeninos, el tercer texto, la personifica a través de una entrevista y finalmente, un escrito epistolar trata de centrarla en algunas cuestiones técnicas.
Para finalizar y continuando con dicho hilo argumental, en la última sección de vídeo, he buscado un universo artístico sincrónico explorando en el proceso creativo de varias disciplinas junto con cuatro amigos artistas: un músico, una escenógrafa, un fotógrafo, un pintor y el mío propio.
Mi obra.
Bloqueo.
Tinta china. He querido trabajar con la limitación de color como manifestación de la ausencia de inspiración y el bloqueo creativo. A través del contraste con la formalidad geométrica he pretendido expresar la herida que encarnan las expectativas y los formalismos técnicos que, en ocasiones, constriñen mi creatividad como artista.
La duda es la historia de una traición.
Se despierta un día como un zumbido en tu cerebro.
Levantas la cabeza en el espejo y tu mirada está pajiza.
La frente en caballones yermos, el ánimo seco y el pecho desolado.
Lomo de tierra árida.
Ombligo sin herencia, querencia del ayer.
Es una tenia que se alimenta de tu inspiración.
Te sientes ausente de tu propia voz.
La duda te quiebra.
Tiene la cara negra de soledad.
Papel en blanco.
Suicidio sin métrica.
Epifanía odiosa.
No la busqué, pero la experimenté.
Los días son años bajo esta biotransformación.
Quizás vuelva «la gracia de tu rama verdecida».
Finalmente, se excreta como todo lo que sobra.
Mis reflexiones.
Tres textos que reflejan desde tres perspectivas diferentes el proceso creativo: desde la serendipia inspiradora, la búsqueda de referentes y finalmente, ironizando sobre la duda como personaje que asalta al artista bloqueándolo o espoleándolo.
1. La inspiración ha venido, nadie sabe cómo ha sido.
(Gracias, Antonio).
Parafraseando a Pablo Tusset. Lo mejor que le puede pasar a un artista es que se le quemen las tostadas y yo nunca había quemado tantas como esa mañana. Ese domingo no había cónclave matinal en la cocina como de costumbre y podía divagar plantada delante de mi maltrecha tostadora. Debería haber sido el mejor momento del parsimonioso domingo si no hubiese surgido la primera fumata del vaticinio artístico. Fumata negra. En fin, le puede pasar a cualquiera que tenga la perilla rota y prefiera gastar unos billetes en acrílicos en lugar de en otra nueva. Raspar el pan activó mi atención unos segundos, aunque no le confirió buen sabor. Los artistas cuando rascamos un poco la superficie de las cosas vemos características que otros no observan.
Vamos por la segunda. En mi ensoñación, fijé la vista en esa baldosa descollada de la tercera fila de la pared de la ventana, la cuarta por la derecha y me pareció que el entramado de su dibujo se me insinuaba a través de la niebla dulzona del desayuno. Entrecerré un poco los ojos y pude ver una silueta familiar. ¿Cómo no me había fijado antes? Tenía nariz, pómulos y perfil romano. Mi vecino del sexto tiene una nariz así de aguileña y ahora que lo pienso un perfil de reojo ascensor muy llamativo. Es posible que unos buenos días no den para un retrato, pero se puede intentar, si probase a entrecerrar los ojos, quizás pudiese despejar la niebla de mi vista y esbozar con más profundidad. He vuelto a quemar la tostada. Inspiro, encojo los hombros y al bajarlos levantó mi frente al techo mientras expiró con los ojos cerrados.
Otra bajada de bandera. Una baldosa así bien merecía una tostada en condiciones. Acciono y acecho. Los minutos de la tostadora son nanosegundos infinitos. Corro por el bloc de dibujo y el 4B. Entrecierro los ojos y busco su rotundidad. ¡No, demasiado fina! Es una señora nariz, una nariz con clase, a doble altura. Veía su forma entre la bruma, pero no era capaz de darle ese carácter altivo y orgulloso propio de conquistadores. Me huele a chamusquina. ¡Maldita sea! Otra tostada carbonizada. Esta misma semana tengo que comprar una tostadora nueva porque mis divagaciones no maridan bien con un temporizador roto.
Vamos, un intento más. Otra rebanada, otro pliego del bloc. La mañana promete. Perseverar es virtud, al fin y al cabo una nariz imperial como esa no conquistaría sus dominios en el primer intento. Con un sorbo de café todo se percibe mejor. No te pierdo ojo, tostadita. Cerré los ojos y por fin empecé a verlo todo claro. Grande, por supuesto; tabique abrupto, con giba; narinas planas y algo rosadas en su contorno; ollares elevados que acentúan una columela baja, apuntando al labio superior; filtrum corto. Arco de cupido muy marcado con labios rotundos y tubérculo prominente, coherente con su aguileño cerro. Todo el rubor bermellón termina en estos confines bruscamente insertados en su cara de alabastro. Ojos codiciosos, ansiosos, inquisidores. Su pelo canosamente ensortijado enmarca un foramen mandibular embaldosado. Pero lo más importante es el arrojo con el que la eleva. ¿Cómo se dibuja el arrojo? ¿Cómo se retrata el aire enorgullecido a su paso? Quizás con un rojo cadmio, corro por la caja de acuarelas. Cuarta fumata negra.
Sede vacante de nuevo. Sorbo de café y empujo el último colín de pan a través de la hendidura aún humeante. ¡Agua, agua! Es el incendio de la inspiración. Todo se arremolina en torno a trescientos gramos Canson. Brochazo grueso diluido, pincel de fondos golpeando el mango. Salpicadura borrascosa. Niebla y lluvia conspirando entre tazones. Azul Prusia. Blanco de china. Winsor & Newton se apuntan a desayunar. ¡Por fin una tostada decente! Fumata blanca. Mordisco en el alma. Habemus creado.
2. Crecer sin referentes. Historia de una decepción.
En mi educación académica apenas recuerdos referentes femeninos, excepto los nombres de algunas escritoras. Si hago una búsqueda en Google, estando en 2022, sobre «crecer sin referentes» los resultados solo hablan de los problemas derivados de la ausencia de figura masculina. En este sentido, si el encuadre del pensamiento y la mirada en nuestra vida cotidiana sigue siendo unilateralmente masculina en demasiadas situaciones, en la hermenéutica educativa es más evidente aún la orientación sesgada. Asimismo, bajo una perspectiva revisionista de género, la inclinación sexista sigue siendo muy marcada hacia la visión de quién ostentaba una situación de poder, más aún en la historia del arte donde la diferencia identitaria es brecha. El arte no tiene taxón, pero la historia del arte parece que tiene sexo masculino.
Históricamente, las mujeres han sufrido una exclusión sistemática y han sido relegadas a esposas, amantes, compañeras, hijas y numen de artistas masculinos. En múltiples disciplinas existieron figuras femeninas relevantes que fueron precursoras antes que lo hiciesen otros artistas masculinos. No obstante, su invisibilización ha sido constante. Parece que la humanidad ha conseguido grandes hitos como la abolición de la esclavitud, pero no ha conquistado aún la abolición de la servidumbre por parte de las mujeres. No somos siervas, aun así, seguimos al servicio.
Muchos conceptos éticos y morales que surgieron en la antigüedad aún perduran en la actual conciencia colectiva, como por ejemplo en el mito de Medusa en la antigua Grecia, donde las mujeres eran representadas como débiles y víctimas. Malos inicios.
En la Edad Media, al no existir un concepto de autoría artística como el que tenemos en la actualidad, se hace muy difícil seguir la pista de las mujeres creadoras. Poco a poco, gracias a profundos trabajos de
investigación, se reivindica cada vez más la autoría femenina de obras que se consideraron ejecutadas por hombres como, por ejemplo, ha sucedido con la figura de Hildegarda de Bingen.
Con el Renacimiento y el humanismo, aunque el concepto de artista se vuelve más identitario, una vez más, las mujeres son de nuevo ubicadas en los márgenes de un antropocentrismo excluyente. Particularmente, en pintura, las afortunadas que se acercaron al mundo del arte, casi siempre de posición acomodada, aunque esto es otro debate mayor, fueron menospreciadas orientándolas hacia temáticas que se calificaron de género menor dentro de las disciplinas artísticas como el retrato, el bodegón o las escenas costumbristas. Debido a las presiones de las convenciones sociales y sumando esta jerarquización impuesta por los académicos que concedieron el privilegio de los géneros mayores a los hombres (la temática histórica, mitológica y religiosa), muchas mujeres cesaron en su carrera. Sin embargo, rescatamos y reivindicamos las figuras de Catharina van Hemessen, Sofonisba Anguissola o Lavinia Fontana que, a pesar de poseer una obra relevante, nunca aparecieron en ningún rincón de mis libros.
En 1789, con la Revolución Francesa, florecen los movimientos feministas; sin embargo, una vez más son las grandes olvidadas durante la elaboración de los derechos del hombre. De hecho, son traicionadas después de haber luchado junto a ellos para conseguir nuevos derechos sociales para todos, pero no para ellas: Olympe de Gouges, Elizabeth Cady Staton, Emmeline Pankhurst, reconocidas actualmente pero desconocidas en mis textos.
Después del horror de las Guerras Mundiales, en el s. XX, la reivindicación pasa a ser lucha. Simone de Beauvoir aborda la cuestión de género y emerger numerosas figuras femeninas ávidas de un nuevo lenguaje y avance social, sin embargo, su permeabilidad pública e institucional continua siendo exigua respecto a la que consiguen colegas varones.
Especialmente decepcionante es, en mi opinión, el ejemplo Bauhaus, donde «sus requisitos de admisión dejaban meridianamente claro que abrazaban a «todas las personas» sin limitaciones de edad ni sexo. Sin embargo, pronto la selección empujó sutilmente a las mujeres después de terminar el curso común hacia los denominados «talleres femeninos» como el textil o el de cerámica». (A. Neyra, 2019). A pesar de las dificultades encontradas y de la decepción experimentada, su legado está demostrado y aún hoy está reivindicándose.
La generación de mi madre ha crecido bajo el arquetipo de mujer y esposa perfecta tan representado en el cine de los años cincuenta. Según Bárbara Kruger, «lo que la sociedad quiere que seamos es imposible, cuando el único valor es externo y este se pierde estás rota, incompleta, vacía, eres solo una imagen, somos clichés». Quizás este arquetipo esté más vigente que nunca con el mal uso de las redes sociales.
En mi generación, la de las nacidas en los albores de nuestra democracia, hemos estudiado en una situación social de neoliberalismo dónde nos ha sido transmitida una retórica optimista del esfuerzo como medio para lograr salvar la discriminación. Como consecuencia, caímos en una doble trampa; la de la meritocracia y la del patriarcado, ya que en la situación de desigualdad patriarcal, el esfuerzo de la mujer debía ser doble. La mediocridad no nos estaba permitida. Del mismo modo, John Berger comenta que «en la mujer […]su ser se ve dividido desde pequeña porque ha sido educada para observar su propio comportamiento, por lo que, ambos roles, la supervisora y la supervisada, constituyen su identidad». Es el desasosiego más absoluto cuando te conviertes en tu propia inquisidora.
En la actualidad, estamos viviendo un nuevo florecimiento del feminismo con cada vez mayor difusión social y mayor proselitismo. Entonces, ¿por qué sigue siendo la creación artística femenina una constante invisible en la educación y en su difusión? Si según Virginia Wolf «anónimo fue nombre de mujer», aunque cada vez lo seamos menos, el concepto sigue estando muy vigente en demasiadas ocasiones, muy a nuestro pesar. Ver las obras bajo un prisma formal y académico sin una revisión ética y moral actual no es acorde con estos tiempos. No obstante, por otra parte, nuestra reciente herencia espoleada por la falacia meritocrática parece florecer con una nueva ola de revanchismo secular sobre el patriarcado que, en mi opinión, no debería ser el nuevo camino del feminismo. «Tenemos derecho a recuperar nuestra memoria colectiva y a recuperar nuestros referentes en las que vernos reflejadas» (E. Tenenbaum): ¡por supuesto!, hay que pelear, visibilizar, discutir y también argumentar, pero la construcción de una comunidad con sororidad no se crea por oposición a la fraternidad, sino que la hermandad debería ser la mejor arquitectura del futuro. Es difícil razonar con quien oprime; sin embargo, tampoco se puede vivir sin templanza.
Referencias:
- https://artesphoto.wordpress.com/2013/04/11/quiz-photo-author-vi-barbara-kruger/
- https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Firenze,_Perseo_con_la_testa_di_Medusa_(01).jpg
- https://portalcomunicacion.uah.es/diario-digital/reportaje/una-profesora-de-la-uah-visibiliza-a-las-mujeres-de-la-bauhaus.html
- https://revistas.um.es/reapi/article/view/484781#:~:text=Resumen,lo%20largo%20de%20la%20Historia.
- Arantxa Neyra https://elpais.com/elpais/2019/02/04/icon_design/1549295232_577771.html#?prm=copy_link.
- https://www.youtube.com/watch?v=G0qdiY_GgQk
- https://www.adoptauntio.es/lab/article/eugenia-tenenbaum-activismo-arte-perspectiva-genero.
- La fotografía de: una visión fenomenológica desde Merleau-Ponty.
- http://www.bib.uia.mx/tesis/pdf/014601/014601_02.pdf
3. Encuentros: hoy charlamos con la Duda.
—Buenas tardes. Dicen que es usted anónima, pero hay quienes afirman que se llama doña Uxía Domínguez Arias, oriunda de Ferrol.
—Ja, ja, ja. La conspiranoia tan presente en nuestros días. Soy apátrida. Las fronteras no tienen cabida en mi mundo, nací para romperlas.
—Usted se describió como «la personificación de la búsqueda más allá del temor a no saber expresarse, a no encontrar los recursos adecuados o incluso el temor a crear y que no fuese bueno». Sin embargo, también dijo que lo que más se debía temer era «saber qué decir y no hacerlo». ¿Quizás pueda despejarme algunas dudas acerca de esto?
—Pues lo dudo mucho, pero creo que se trata de interpelarse y no callar.
—Perdóneme. ¡Aún no las he formulado!
—Perdóneme, es defecto profesional.
—¿En qué consiste su método exactamente?
—Algunos opinan que soy una provocadora, pero yo pienso que consiste en ser exigente.
—No la veía a usted bajo un perfil contestatario.
—Discrepar de mi alma clásica es una tradición.
—No sé si es usted una estoica o quizás una rebelde.
—Soy firme planteando alternativas a todo.
—¿Es posible que esa sea una buena estrategia vital?
—Tal vez. Siembro más que recojo, pero no me ha ido mal.
—¿Usted se considera un ejemplo a seguir?
—Puede. A veces me escuchan y otras me ignoran.
—Cuestionarlo todo no parece un modo de vida muy optimista.
—Soy inconformista por definición.
—No obstante, ¿no es inherente a la especie humana un espíritu conservacionista que pueda extrapolarse al proceso artístico?
—Depende, la mayoría de las veces, después de usar mi método, surgen diferentes opciones y aparece una solución insospechada que mejora la presente. En mi opinión, eso sí ha sido una constante en el devenir de la especie, pudiendo inferirse a muchos métodos y, por supuesto, al método artístico. No sé si se trata de un método optimista, pero sí ilustrador.
—En este sentido, le escuché decir que le gustaba el verso de Neruda: «todo en ti fue naufragio». ¿Es la pérdida y la tristeza un buen estado creativo?
—Históricamente, parece que ha sido un estado fructífero, aunque ahora gusto más del pensar, por ejemplo, de Iñaki Gabilondo, en una entrevista reciente, donde formuló que «la curiosidad engendra la imaginación, la exploración y el aprendizaje».
—Ya me parecía demasiada aflicción. Ahora la entiendo a usted como en un motor de búsqueda.
—Probablemente, este pueda ser el único universo donde creer y dudar puedan coexistir.
—En este sentido, dicen que la ausencia de evidencia no es evidencia de ausencia.
—No son buenos métodos las falacias para ignorantes.
—Entonces usted, ¿nunca se siente cómoda con el camino elegido?
—¿Acaso usted sí?
—Quizás tenga razón, pero si no le importa, soy yo quien formula las preguntas.
—Pues tiene razón, discúlpeme de nuevo, no volveré a preguntar.
—Lo dudo.
—Ja, ja, ja. ¡Por fin de acuerdo! Gracias por visitar mi mundo.